En los discursos del llamado Tercer Reich, los de movimientos como el Ku Klux Klan en Estados Unidos y los utilizados en el contexto de los genocidios en Bosnia y Ruanda, en la década de 1990, se han empleado expresiones ‘benévolas’ que han generado odio para atacar y suprimir derechos humanos y/o justificar estas acciones arteras.
Aun teniendo un consenso sobre el término paz, llega a manipulársele en aras de conseguir el poder o legitimar toda clase de acciones, lo que genera una contradicción entre los medios empleados y el fin propuesto. Aunque esto no es generalizado, no debe permitirse una interpretación arbitraria que genere acciones inadecuadas.
Pese a que el tema de Paz social es el que más llega a abordarse desde los estudios para la paz, no es tan común encontrar definido este concepto. En cambio se encuentra un sinnúmero de alusiones al término en toda clase de documentos y discursos oficiales, no gubernamentales o en textos legales y académicos.
Esto quizá ligado al hecho de que la paz social o la paz pública, como también puede encontrarse referida (aunque no son términos absolutamente idénticos), tiene más relación con los fenómenos de violencia directa y estructural manifestados cotidianamente, objeto de múltiple atención por parte de los diversos actores sociales. Muchas veces los actores de la esfera del poder echan mano del término Paz social más como ornato para sus discursos que dentro de una cabal concepción de lo que ella implica.
El desarrollo humano y el respeto integral a los derechos humanos integran la dimensión social de la paz, factores que ponen de relieve elementos que no siempre se corresponden con la realidad al utilizar el término como objetivo en la implementación de políticas criminales.
La norma prescribe la obligatoriedad de ciertas conductas en razón del bien común, la justicia, la seguridad y, en su conjunto, la paz social. En ningún texto legal o documento que contemplan el combate a la delincuencia organizada existe una definición de Paz social, lo que reporta una complejidad adicional para su interpretación.
Aun teniendo un consenso sobre el término del concepto Paz pública, en el caso de México suele utilizarse como sinónimo de Paz social y tradicionalmente se ha asociado a la coexistencia pacífica, armónica y civilizada de los ciudadanos, bajo la soberanía del Estado y del derecho.
La Paz pública es un bien jurídico tutelado por el Estado y que goza de una jerarquía superior, pues se le otorga una prioridad en su protección. Esta Paz derivará del respeto generalizado al ordenamiento jurídico y siempre buscará la armonía con los demás y la tranquilidad en las manifestaciones colectivas de la vida ciudadana.
La Paz social es un contenedor de la pública: un elemento más que la integra y a su vez la hace posible ya que precisamente la Paz pública garantizará que algunos de los supuestos contenidos en la concepción de la Paz social sean viables.
La violencia es un tipo de interacción imperante en nuestras relaciones personales e interinstitucionales. Se acompaña por una lucha de sobrevivencia. El concepto de violencia debe implicar el ataque a sus causas.
Por cada dólar gastado en prevención del conflicto, se invierten otros $ 1,885 dólares en presupuesto militar.
En contraparte, el 83 % de las organizaciones terroristas que desde 1960 han abandonado sus actividades delictivas lo hicieron como consecuencia de políticas asumidas en negociaciones, acuerdos, leyes y regulaciones. Sólo el 7 % de este cese se debió a la intervención de la milicia.
Aunque se utilice diariamente, la palabra «violencia» no es asimilada como concepto. Debe estudiarse no tanto por que se conciba a la paz como ausencia de violencia, sino más bien porque ésta es una de las principales manifestaciones derivadas de la delincuencia organizada.
En muchas ocasiones la violencia es vista como un modo para resolver conflictos de distinta naturaleza, y es justificada con el argumento de que el Estado no puede remediar esos problemas. Esto también se encuentra en la violencia con que llega a repelerse acciones criminales tomando la justicia por propia mano, en contraposición a las disposiciones que lo prohíben. Para Vicent Martínez Guzmán, la violencia es la ruptura de la intersubjetividad, del reconocimiento recíproco. Es una de las definiciones más interesantes pues pone de manifiesto que, si llega a mirarse al otro con objetividad, lo excluye de la comunidad moral. Con ello se opaca nuestra responsabilidad moral y la pérdida de la capacidad de indignación y de sensibilidad hacia lo que nos hacen. Esta definición da incluso una explicación de las consecuencias de la violencia más que de su mero concepto.
Johan Galtung hace ver que la trilogía paz-violencia-humanidad es una constante en la historia, y además tiene una triple dimensión: directa, estructural y cultural. En México no existe precedente sobre los niveles de violencia directa vistos en los últimos años, debido a las actividades de grupos criminales y agravada por las estrategias adoptadas para combatirla, lo que ha originado la proliferación de estudios respecto del tema y de la preocupación por la violación a los derechos humanos que ha representado.
Muchos de los conflictos pueden ser oportunidades de crecimiento, desarrollo y construcción de herramientas que ayuden a la solución positiva de los problemas, así como una oportunidad de aprendizaje y adaptación a los cambios que sufre la sociedad. No todos los conflictos revisten la misma naturaleza. El que ahora corresponde analizar tiene cuatro características:
Implica una lesión a la colectividad.
Los actores involucrados son difícilmente identificables.
La posible gestión pacífica suele resultar compleja en razón de los intereses políticos y económicos.
La naturaleza de los actores no se encamina a la solución del problema, sino a la perpetuación del mismo.
La gestión del conflicto relacionado con la delincuencia organizada no sólo es abordada por los órganos del Estado: hay variadas reacciones individuales y sociales que abonan a su gestión pacífica. Esto ha permitido que, al convertirse personal y colectivamente en sujetos de transformación del problema con actitudes y reacciones pacíficas, las personas involucradas impriman a este conflicto un elemento de suma importancia que le otorga un carácter positivo y manifiesta un aspecto de paz imperfecta. México vive conflictos a partir de la delincuencia organizada, tan nociva y cotidiana. No hay indiferencia ante el dolor y sufrimiento generados, sino una solidaridad que se convierte en preocupación y en demanda social por medios más efectivos para gestionar los conflictos.
Un conflicto puede desencadenar una exacerbación negativa de la crisis de violencia (o metaconflicto) que puede ser planificada o espontánea, visible o invisible, presente o futura. La violencia directa generada por el crimen organizado (y que tanto se padece en México) puede comprenderse de mejor modo si la visualizamos como derivación de un metaconflicto.